#LectoraInvitada

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Honramos el #mesdelamujer con este texto que Daniela Vilaboa, escritora, lectora apasionada y amiga, escribió especialmente para #LaChicaQueLee. ¡Gracias, querida Dani, por tu generosidad, por tu prosa, por tu tiempo, por celebrar el amor por la #literatura y por aceptar esta invitación! Somos muy afortunados por tenerte?

Por Daniela Vilaboa*

Créditos: Daniela Vilaboa

A mamá le parecía ridículo que así vestida como salía de casa, con todos esos brillos y tan arregladita, me llevara un jean en la mochila. ¿Cómo vas a ir con eso a una fiesta de 15? -me decía. Pero a mí no me importaba, yo necesitaba la seguridad de saber que lo tenía por si en mitad de la noche me cansaba del vestido y de toda esa impostación festiva. Lo que el jean era a las fiestas, los libros lo han sido a la vida. No importa a dónde vaya, llevo siempre uno en la cartera. Los libros como el antídoto más eficaz contra la espesura de la realidad, contra el aburrimiento. Me asombro a veces cuando alguien me pide que le recomiende algún título para el verano. Como si hubiera un tiempo determinado para leer, y no fueran sino los libros los que precisamente nos sacan del tiempo, los que nos elevan, los que nos salvan. De los últimos que han ido conmigo de aquí para allá, podría recomendar todos los de Rachel Cusk: Despojos, Tránsito, Prestigio, A Contraluz, Segunda Casa. Son novelas con historias mínimas pero con reflexiones inmensas, tanto que es imposible leerlas sin lápiz en mano para marcar y remarcar todas esas frases que te dejan perpleja. Maggie O´Farrell también ha sido un gran descubrimiento, su premiadísimo Hamnet sorprende no solo por la fineza de su escritura, sino por la precisión para pintar con matices la atmósfera de la Inglaterra shakespeariana. Ni que decir de ese final que resignifica tanto a la novela, como al propio Shakespeare. Otros de sus libros que no tienen desperdicio son: La primera mano que sostuvo la mía y Tiene que ser aquí. 

Los autores nórdicos siempre me han gustado por esa propensión que tienen para hacer sonar una copa en medio de una celebración como antesala a la revelación de algún secreto sórdido. La herencia, de Vigdis Hjorth, va en ese sentido. Alice Zeniter me hizo viajar por la Argelia de la descolonización a través de la intimidad de su historia familiar en El arte de perder, así como Orhan Pamuk hizo lo propio con la suya en Estambul. Javier Marías me enseñó el anverso y el reverso de un matrimonio a través de dos novelas en las que el hombre es un espía, Thomas Levinson, y su mujer, Berta Isla, la esposa de un marido perfectamente desconocido. Tatiana Tibulac en El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes me sumergió, con una prosa tan poética como hiriente en los estragos de una compleja relación madre e hijo.

Pero no soy la única que lee para salvarse. Leila Guerrero, en uno de los descarnados textos de su Teoría de la gravedad, dice: “Ayer me llamaron de una radio, me preguntaron para qué sirven los libros. Debo haber respondido alguna estupidez. Lo que debí haber dicho es que los libros sirven para una sola cosa: para salvarnos la vida”. Vayan entonces estas recomendaciones a quien desee aligerar un poco la existencia.  

*Daniela Vilaboa es autora de la novela La Luz sobre las cosas. En esta entrevista que le realizamos, te invitamos a conocerla aún más.

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About Author

Soy sólo una chica (indómita) que lee y escribe. Formalmente: Licenciada en Comunicación Social y Periodista.

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